Señales de Cienpiés- Una aventura para Mausritter- Parte 6
ESTANQUE: Castillo de los Montasiervos
Las patitas del robasemillas están atadas, intenta moverlas pero los nudos se mantienen, al mirar la habitación, se encuentra en un despacho, libros tapizan el lugar de techo a piso, dos emblemas de la Casa Montasiervos cuelgan en el lugar, el reciento se siente fresco, nada parecido a las altas temperaturas de las Dunas a las que está acostumbrado Robasemillas, Escucha dos ratoncitos, uno de ellos es un anciano encorvado que dice:
Gruyer Colalarga: “Comprueba estos cálculos, mi joven amigo”
Gruyer clava la mirada en el reloj calculadora que lleva en sus patitas y observa detenidamente al joven.
Pregunta de director: ¿Como luce el joven sabedor?
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Colalarga y el joven Sabedor parecen inmersos en un mar de pliegos de papel, llenos de cifras y números. Junto a ellos, una pesa descansa sobre una mesa, con un saco de semillas y una única y preciada semilla sobre el plato de la balanza. Con movimientos pausados, Colalarga toma la semilla, anota su peso, la aparta a un lado y luego levanta el plato de la pesa. Frunce el ceño, toma más notas y niega con la cabeza mientras refunfuña en voz baja.
Gruyer Colalarga: “Ño, ño, ño... falta semilla. ¡Estos pergaminos son falsos! Al menos falta un cuarto de semilla en esos sacos. ¡Calcula, joven amigo!”
Gruyer le entrega el reloj calculadora al joven sabedor, confiando en sus habilidades para resolver el misterio.
Colalarga mira sorprendido la cifra que le ha calculado el joven sabedor y enojado refunfuña:
Gruyer Colalarga: “¡Los Dientetorcidos han estado robando semilla!”
Mientras los dos están inmersos en los calculos, el robasemillas aún se encuentra atado y cautivo en el despacho observando la escena.
Pregunta de director: ¿Que hace el robasemilla?
Y como si Colalarga presintiera las intenciones del robasemillas se acerca y le dice:
Gruyer Colalarga: “Tu eres el responsable de todo esto! Confiesa!”
El robasemillas, con los ojos fijos en la escena y escuchando las palabras de Colalarga, siente un escalofrío recorrer su pequeño cuerpo. Con movimientos cautelosos, el robasemillas busca una oportunidad para liberarse de sus ataduras. Examina el despacho en busca de cualquier objeto que pueda ayudarlo a soltarse, como una astilla afilada o una cuerda suelta. Colalarga lee las intenciones en la mirada del robasemillas y corre a la puerta gritando: “¡Se escapa el prisionero!.” Afuera del recinto un soldado de la Casa Montasiervos que custodiaba se alerta con los gritos de Colalarga y entra.
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