Los niños perdidos (Un ensayo en cuarenta preguntas) de Valeria Luiselli: Las mil caras de la marginalidad- Desarrollo
“<<Aliens >> es como se les llama a todas las personas no estadounidenses, sean residentes en el país o no” Luiselli, 2016, p. 17.
Límite, borde, margen, lindero, frontera… todas extensiones de ruptura y separación. El margen se traduce en un espacio de contaminación entre centros que luchan por su permanencia, y que perciben en la marginalidad la presencia amenazante del otro en lo propio. El centro desconoce la necesidad de revitalizarse a través de lo emergente que puede aparecer en el terreno de los marginales, porque estos últimos adquieren un carácter móvil, adaptable gracias a las transacciones que deben operar para garantizarse un modo de vida.
Valeria Luiselli en su trabajo como traductora representa la vida de los niños inmigrantes en busca de asilo en Estados Unidos, a través de las cuarenta preguntas del cuestionario de admisión para los menores indocumentados. Según la autora estas preguntas retratan una imagen fragmentada y reducida de realidades complejas vividas por los miles de niños que intentan un estatus migratorio legal en Estados Unidos. Luego de su experiencia en la Corte Migratoria, su trabajo como docente y debido a la imposibilidad de trabajar por el vencimiento de su permiso, Luiselli se dio a la tarea de escribir Los niños perdidos (Un ensayo en cuarenta preguntas), el cual contiene una crónica de los procesos migratorios que viven los niños a partir de las políticas de Estados Unidos y México desde el año 2014.
Su voz narrativa interpreta las historias de vida de los niños e intenta encontrar un hilo conductor entre la fragmentación discursiva de los menores: sus cortas palabras, sus silencios y sus miradas desconfiadas ante la hostilidad del mundo que los ha visto nacer. Partiendo de la distinción de género, raza y clase social de los niños migrantes, la autora ficcionaliza sus historias y vuelca sus propios imaginarios sobre “los niños perdidos”.
Tomando como referencia la obra en mención, el objetivo de este documento es abordar la representación de la migración, los discursos que allí se distinguen y la manera como estos se relacionan. Esto a través de la revisión de los imaginarios que habitan la figura de la autora como sujeto de enunciación y el cruce de miradas en torno a la marginalidad.
Representación de los niños migrantes en la obra
Al igual que la propia identidad de la autora en estadio de transición, su obra está contaminada por imaginarios referidos sobre el otro y la infancia, ambos definidos a partir de discursos hegemónicos que han legitimado las posiciones subalternas.
Esta visión es paradójica en el discurso de Luiselli. Pues deja entrever un sentimiento de conmiseración por los migrantes propio de los discursos que avalan las guerras para “liberar los pueblos de la opresión”; a la vez que condena la visión deshumanizada de diferentes estamentos (los políticos, los medios de comunicación y la sociedad norteamericana) que califican a los migrantes como los invasores de la civilización (bárbaros).
La representación de los niños migrantes está estructurada a través del cuestionario diseñado por los abogados de grupos defensores de los derechos de los menores migrantes, el cual pretende determinar si en la corte es posible detener el proceso de deportación y lograr un estatus legal. Por tanto, como lo indica Luiselli las preguntas están diseñadas para buscar las respuestas correctas, es decir las historias más trágicas tienen más posibilidades de convertirse en casos exitosos para los abogados.
Según la autora, el cuestionario es un negativo de la vida de los niños, pero también es un testimonio que revela la relación entre nosotros y los otros. A partir de un imaginario mesiánico, las organizaciones y los abogados se perfilan como salvadores de estos menores que son víctimas de las comunidades rotas, los poderes transnacionales, las mafias, los gobiernos corruptos. Un imaginario derivado de la oposición civilización-barbarie “manchada por el etnocentrismo donde la cultura de los demás es percibida como algo aparte de lo nuestro y no como un todo coherente” (Todorov, 1991, p. 293).
El discurso colonialista fruto de la visión de progreso enraizada en la filosofía de las luces, promulgó la supuesta superioridad de franceses y angloamericanos en una escala evolutiva basada en criterios racionales y tecnológicos, que en acuerdo con ideólogos del discurso tenían el deber de exportar su civilización procurando la homogeneización, un deber “humanitario” para con los pueblos “barbaros” (Todorov, 1991). Se traza la misión de eliminar lo que parece condenado a la “barbarie”, entendida desde las escalas de superioridad del eurocentrismo, que sin calcular el costo se imponen como destino manifiesto.
Como reverso de la moneda, la autora condena la calificación denigrante con que la sociedad norteamericana se refiere a los migrantes; los “indeseables” que al atravesar la frontera amenazan las bases y la supremacía de la civilización blanca. Al interior del texto, la circularidad de los relatos desdibuja los límites de la dicotomía civilización-barbarie y se revelan las conexiones hemisféricas entre la guerra del narco, las pandillas centroamericanas, el tráfico de armas (provenientes de EEUU), el consumo de drogas y la migración masiva de los niños centroamericanos.
Desde esta perspectiva, la autora hace una analogía entre los nativos americanos con los niños migrantes; ambos exiliados y deportados a territorios asignados por la civilización usando mecanismos legales, semejanza que reposa en la utilización del término “removal” en la terminología jurídica. Este recurso comparativo apela al encuentro entre el tiempo presente y el pasado y coloca en la balanza a los migrantes junto con los nativos americanos; ambos amenazas para la civilización blanca. Este argumento histórico le permite a Luiselli entablar un juicio de valor frente al racialismo que ha decantado en la supresión de los otros en pro de intereses imperialistas:
“Es curioso- o más bien, es siniestro- que todavía hoy en día se utilice la palabra <<removal>> para referirse a las deportaciones de inmigrantes <<ilegales >> - esos bárbaros bronceados que amenazan la paz blanca de la gran civilización del norte y los valores superiores de la <<Land of the Free>>” (Luiselli, 2106, p. 23)
Ahora bien, las categorías migrante e infancia se encuentran vinculadas y relegadas al plano de los subalternos y la dependencia. En el contexto latinoamericano “crianza, criadas y servidumbre doméstica han tenido sentidos muy parecidos. El que sirve es un menor, más allá de los años que tenga, es la “muchacha” o “el mozo” (Rodriguez & Manarelli, 2007, p. 17), este es un constructo marcado por un sentido histórico y la mirada de los adultos sobre los niños determinada por tensiones entre lo privado (la familia) y lo público (las instituciones).
Es a partir de la temprana modernidad donde aparece el concepto actual de infancia, cuando se desarrolla una “conciencia de la inocencia y la fragilidad (y, por consiguiente, del deber de los adultos de preservar la primera y a fortalecer la segunda)” (Ariés, 1987, p. 434), el carácter beatifico de la infancia se asocia a las consignas bíblicas:
En aquel momento se acercaron a Jesús los discípulos y le dijeron: ¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos? Él llamo a un niño, le puse en medio de ellos y dijo: Yo os aseguro: si no cambiáis y os haced como los niños no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. (Mateo 18, 1-4)
De allí se deriva una idealización de la niñez que permea el discurso de la autora, en la representación de personajes infantiles golpeados por la crueldad del mundo adulto caracterizado por el tono en el que narra las historias de las niñas guatemaltecas que se convierten en receptoras pasivas de la política y los deseos de los adultos, en una aparente apatía o ingenuidad ante los hechos que las envuelven. En contraste se resalta la misión mesiánica de Luiselli al reconstruir el cuestionario en una narrativa que evite una deportación inmediata y su impotencia ante los niños reticentes:
“Era como ver a un niño cruzar una avenida transitada, a punto de ser atropellado, y no poder salir tras de él porque teníamos los pies y las manos atadas” (Luiselli, 2016, p. 61)
La autora que se muestra a sí misma como un sujeto políticamente activo; traduce, interpreta y reelabora la heterogeneidad de las identidades de los niños centroamericanos hasta reducir de manera unívoca la experiencia de estos niños a “una historia espeluznante” en la que cada voz es un fragmento de un relato más amplio, cuyas operaciones son la mezcla y el encadenamiento. Esta supresión de la diferencia impide el reconocimiento de la individualidad, invita a la generalización, invisibiliza la niñez real, que actúan con móviles particulares en su relación con el mundo y la cultura que le pertenecen y desconoce la relativización de la infancia dependiente de condiciones socio-culturales y no de la edad cronológica pues mientras en los bajos estratos sociales los niños se convierten en adultos una vez se independizan de sus cuidadores y tienen conciencia de sí mismos, en las capas sociales más altas la niñez se extiende más allá de la pubertad.
La visión ambivalente de Luiselli revaloriza un sujeto invisible como son los niños, pero a través de un discurso caduco que unifica a los niños migrantes en El niño, uno que perdió su estado de pureza. De ahí que: “son la historia de una infancia perdida. Los niños perdidos son a los que le quitaron el derecho a la niñez” (Luieslli, 2016, p.63).
Al detenerse en el título Los niños perdidos llama la atención la referencia a los niños perdidos del cuento de Peter Pan. Al igual que los personajes de la autora estos niños huyen de su realidad cotidiana (el abandono de los adultos) para entrar en el País de Nunca Jamás, un idílico paraíso donde los niños viven bajo sus propias reglas. Como semejanza los niños migrantes viajan al país de las oportunidades, del sueño americano, un mito repetido por generaciones arrastrando a miles de personas a lomos de La Bestia.
Valeria Luiselli: El lugar de enunciación y sus recursos
La autora denomina la obra como un ensayo, género que se articula a través de las impresiones personales y la subjetividad de la autora; esta naturaleza le permite la hibridación con el monologo y la autobiografía, por lo que aquí cobra importancia el lugar de enunciación del texto: Valeria Luiselli.
Desde el entramado de mujer mexicana, escritora, académica, madre, hija de diplomáticos, ciudadana del mundo desde su corta infancia, ocupante de una posición privilegiada, revela en su discurso su propia marginalidad definida como “pending alien”, un sujeto en transición, un no humano por su condición de extranjera en Estados Unidos, cuyo estadio intermedio también le pasa factura en su país de origen donde es mirada con desconfianza. Su lugar de enunciación le permite un enfoque crítico ante la sociedad norteamericana, pero también ante los mexicanos y su responsabilidad con las vidas de los migrantes centroamericanos que se adentran en su territorio con la esperanza de cruzar la frontera norteamericana.
En relación con los niños Luiselli se identifica con dos imágenes: la madre y el retroproyector. Representando el papel de madre, la autora cuestiona a los lectores imaginados por ella, quienes supone guardarían una posición similar a la de ella y asocia su hija con los niños perdidos buscando así resonar en la conciencia de los lectores:
“Me pregunto si sobrevivía en manos de coyotes, y qué pasaría si fuera depositada, sin más, en la frontera tan despiadada de este país. ¿Qué pasaría si tuviera que cruzar este desierto, ya fuera sola o en manos de oficiales de migración? No sé, si, sola, cruzando países y fronteras, sabría sobrevivir” (Luiselli, 2016, p. 23)
La autora nos lanza a un escenario que busca conmover al colocar a su hija en el lugar de los niños perdidos, aquí su doble identidad se identifica con los privilegiados (nosotros) y busca moverlos a la acción, colocando a una de nosotros en el lugar de los otros. Demostrando la humanidad de esos otros que al final son un reflejo en el que se proyecta el nosotros.
El proceso legal al que se ven sometidos los niños migrantes en la corte metafóricamente es representado a través de una sala de cine, cada uno de los actores presentes tiene un papel, Luiselli representa al retroproyector, se define como “un aparato algo obsoleto para canalizar ese metraje” (Luiselli, 2016, p43). Como canal puede abrir o conducir los caminos de los menores en el laberinto de los procesos legales que pueden atraparlos, mediante el poder de la narrativa que sostiene la retórica de Luiselli para organizar un discurso que les permita el ingreso legal a Estados Unidos. Pero cuando se enmarca como obsoleto deja entrever la dificultad de ella para dar cuenta de una realidad que la supera y a la que solo alcanza a través de algunas de las aristas.
Esta narrativa usa diferentes recursos introduciendo un contenido ético que pretende el agenciamiento de los individuos frente a la responsabilidad de reconstruir una comunidad rota:
- La fragmentación de sus líneas argumentales: el relato de la autora y su situación migratoria buscando la green card, que colisiona con el relato de los niños indocumentados y los relatos de Manu y las niñas guatemaltecas.
- Las estadísticas y las noticias, tácticas intertextuales que contextualizan los relatos mediante otras representaciones desde los medios oficiales poniendo en escena las verdades incomodas.
Estos dos primeros hacen un juego de escalas que permite al lector involucrase de manera emocional con el relato, vamos de una mirada intima de las historias de los protagonistas y luego abre el lente haciendo un registro de una escena más grande en la que se redimensionan los relatos a la luz de una mirada sustentada en la realidad de los medios oficiales.
- La estructura que propone la autora es la de un viaje, un recorrido en cuatro capítulos que también funciona como hilo conductor discursivo análogo a la travesía de los menores. En el clímax, capítulo Casa, se demuestra el destino trágico de los niños que a pesar de tratar de huir a las realidades de sus comunidades, estas terminan persiguiéndolos. Este punto de inflexión genera indignación en el lector y remata con un punto arriba al convocar a la comunidad alrededor del activismo político involucrando a los estudiantes en proyectos de inclusión que le permitan a los migrantes ser parte de una nueva comunidad, y así mismo, conjurar los miedos de los ciudadanos norteamericanos temerosos de la plaga de niños invasores.
4. El cuestionario cohesiona todos los recursos, incluso le da la circularidad buscando cierto giro épico en el discurso, que inicia con la pregunta <¿Por qué viniste a los Estados Unidos?>, la pregunta cuestiona incluso a la misma autora en busca de la residencia y cierra: “¿Por qué viniste?- le pregunté a una niña. Porque quería llegar.” (Luieslli, 2016, p. 90). Jugando otra carta de la identidad fragmentada el carácter heroico de los niños que en contra de todo propósito siguen llegando, siguen entregándose a la Border Patrol, en una historia que sigue repitiéndose.
Conclusiones
La naturaleza fragmentada de la identidad latinoamericana obliga a mirarnos con extrañeza, divididos entre observador y observado, conviviendo con nosotros y los otros al mismo tiempo. Los niños sujetos invisibilizados a pesar de su protagonismo en nuestras historias apenas empiezan a emerger a través de la literatura, tímidamente escuchamos entre líneas desde la voz de Luiselli, fragmentos de sus relatos en un ritmo trepidante, conmovedor, que provoca emociones, contagia el sentimiento mesiánico inquietando al lector desprevenido con el tono emotivo de la voz de Luiselli.
Es la condición rota de nuestras realidades latinoamericanas, fronterizas, periféricas similar a la estética del collage, la hibridación, el pastiche y la polifonía se convierten en la forma idónea para la transmisión de la identidad de nuestras comunidades fragmentadas, en las que a través de diversas voces nos permitan reencontrarnos en la diferencia y la diversidad disipando la amenaza de lo emergente de la marginalidad, acogiéndola como parte de nuestras fracturas y de nuestra propia identidad.
Referencias bibliográficas
Aries, P. (1987). El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen. Madrid: Taurus Ediciones.
Hernández, B. (2005). El ensayo como ficción y pensamiento. En: Cervera, V, Hernández, B & Adsuar, M (eds.) El ensayo como género literario. Murcia: Universidad de Murcia.
La Biblia: Biblia de Jerusalén. Segunda edición (1980), Bogotá.
Locke, R. (2011). Critical children: The use of childhood in ten great novels. New York: Columbia University Press.
Luiselli, V. (2016). Los niños perdidos (Un ensayo en cuarenta preguntas). Madrid: Sexto Piso España, S.L.
Todorov, T. (1991). Nosotros y los otros: Reflexión sobre la diversidad humana. México D. F: Siglo veintiuno editores, S. A.
Rodriguez, P & Mannarelli, E. (2007). Historia de la infancia en América Latina. Bogotá: Universidad Externado de Colombia.
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