Apartamentos un film de Diana M. Gamboa

4Tratamiento


El ratoncito deja dormidito a Simón y es atraído por el olor de la mantequilla de ajo, el ratoncito baja sigilosamente por los conductos siguiendo el olor hasta el primer piso. Rebanadas de pan francés untadas con mantequilla tapizan el suelo de la cocina, el roedor se las ingenia para evadir las trampas sobre las que están las tajadas, pero se resbala con un charco de aceite y se lastima la colita con una de las trampas.

Doña Inés se acerca a la cocina con la escoba al escuchar los ruidos, al ver al ratoncito intenta atinarle un golpe con la escoba. El ratoncito huye desesperadamente, hasta llegar al apartamento de Don José, cruza a través de la rejilla que da al ático, adolorido con la trampa colgando de la cola. Llega a la sala donde Don José enternecido por el roedor le hace un camino de miguitas de pan, con suavidad le quita la trampa al ratoncito y busca una curita para envolver la colita. El ratoncito asustado esconde la cabeza entre sus patas haciéndose una bolita, pero las suaves caricias del viejo lo relajan.

  • ¡Ay Ofelia! Deja que se quede un poco más.- Don José replica, hablando al retrato de su esposa.

Cuando la curación estuvo terminada el anciano saca de la gaveta una caja de galletas, vacía el empaque, corta una media rota, coloca al ratoncito sobre la cama improvisada y lo pasea por el apartamento, mostrándole fotos viejas, recortes de periódico donde aparece la posesión de Rojas Pinilla como presidente, esquelas con gardenias, mostrándole todas las evidencias que su paso por la vida le habían dejado.

Así pasan la tarde, recordando los viejos tiempos de antaño, los coqueteos con la dulce Ofelia, su primera entrevista de trabajo, sus ensayos para poner pañales sobre la muñeca de trapo de Ofelia. Don José recordó su vida y la confundía con los relatos históricos y ficticios con los que el viejo adobaba el relato, sin intención de mentir, sino gracias a la mente nebulosa que le habían dejado los estragos de la edad.

Así el ratoncito adormilado con los relatos, mientras el anciano se confesaba con él único confidente, pasaron horas y horas. Intempestivamente los interrumpe el timbre del citofono. El anciano y el ratón salen del trance, el ratón aprovecha para ir por las aceitunas que lo esperan en el apartamento de Simón. Don José contesta el citofono.

-¿Haber?

-No, no señor, ¡quien le pidió Racumin! ¡Oprima bien!- refunfuña Don José.

Don José se devuelve a la habitación mascullando entre los dientes -¡Racumin! Mientras el ratoncito desaparece por los ductos.


Continuara…

Comentarios