Apartamentos un film de Diana M. Gamboa
4Tratamiento
El ratoncito se despierta al sentir el aroma fuerte de la cebolla guisada, sin abrir los ojos, sale de la caja y olfatea, hasta que el olor lo conduce a una rejilla ajustada con un candado. Saca los bigotes y la nariz rosada, abre los ojos. Ve a Doña Inés revolviendo con un cucharon de palo el guiso, el ratoncito se contonea saliendo de la rejilla.
Doña Inés se dirige a la alacena, saca su manojo de llaves y abre los candados, saca dos cucharadas de arroz, de un saco de mimbre y escoge 14 fríjoles.
Timbra el teléfono. Doña Inés baja el fuego a la hornilla y sale de la cocina.
El ratoncito se acerca a la alacena y abre los ojitos al ver un enorme queso roquefort con su aroma fermentado que lleva meses guardado y solamente habían cortado una feta diminuta.
Mientras Inés, se enfrasca en una corta y seca conversación.
-¡Alo!
- ¿Su registro tributario?
-Sí, si. Ya está listo. Mañana lo pongo en el correo con el formulario de su declaración.
-Hasta luego.
Doña Inés corta la conversación y se dirige a la cocina, entre tanto el ratoncito se resbala del saco de mimbre y lo rompe con las uñas. Ella sin percatarse cierra la alacena. El ratoncito a oscuras escucha un discreto estrepito de cucharones y platos. De repente, todo queda en silencio y el ratoncito sube de nuevo a través del saco de mimbre, tentado por el aroma del queso y le da unos buenos mordiscos, hasta quedar satisfecho y somnoliento.
Ratoncito se queda dormido, cuando despierta la cocina sigue en silencio, el ratoncito empuja la puerta de la alacena y salta discretamente.
El aroma del guisado aún se conserva en la cocina y el ratoncito olfatea hasta llegar al comedor, allí todavía se encuentra el plato de Doña Inés vacio. El ratoncito lame los restos de salsa que quedaron en el plato.
El ratoncito escucha en el estudio el roce del lápiz y las cuentas del ábaco. El ratoncito mira de reojo a Doña Inés absorta haciendo cuentas y escribiendo notas alrededor de varios montoncitos de papeles milimétricamente ordenados.
Ding-dong-ding-dong-ding-dong-ding-dong. Suenan las campanas del reloj. Inés se levanta y se dirige a la cocina. El ratoncito presuroso corre a esconderse en uno de los cajones del mueble del comedor, entre las escrituras de la hipoteca del apartamento con un arrume de recibos de los pagos perfectamente ordenados. Desde el ranura de la cerradura del cajón el ratoncito ve a la vieja recogiendo el plato sobre la mesa y lo lleva a la cocina, lo lava, cierra las alacenas con candado y trae la taza de café al estudio. Sigue haciendo cuentas mientras el ratoncito sale de su escondite y se dirige a la caja calientita del altillo del anciano.
Continuara...
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